Jesús Castro Andriano Músico y compositor / Trovadores de la Tierra de Zapata
Es el corrido zapatista una de las vertientes más representativas del corrido suriano, que proliferó en las regiones del oriente y sur del suelo que vio nacer el agrarismo –entre las flores de acahual y casahuate; entre la temporada de lluvias y de secas, que desde tiempos ancestrales matizan el paisaje morelense.
Es fiel evidencia de la infamia y brutalidad con que se exterminan los pueblos, pero sobre todo testimonio de un profundo amor por la tierra, que hoy circula en las voces de una generación de poetas y corridistas surianos que han hecho suyas las métricas del viento, las sílabas del campo y las armonías del pausado bajo quinto, que parece retumbar y reclamar, con las versiones de Marciano Silva, Elías Domínguez y Federico Becerra, las injusticias de siempre: el despojo de tierras, el abuso de poder y el saqueo a manos llenas.
El corrido zapatista es un género nacido de la resistencia, del ideal colectivo, del movimiento de todos; no se enfoca en personajes, ni se exaltan hazañas al estilo Gabino Barrera, La Rielera o La Adelita, corridos representativos del periodo revolucionario, que tristemente reducen el carácter combativo y reflexivo del corrido a un género que satisface las necesidades de una sociedad modelada por el cine, la radio y la televisión.
A diferencia de este tipo de corrido, el zapatista fue un instrumento de lucha, perseguido en los años posteriores a la Revolución, por su naturaleza insurrecta, pero sobre todo por su identidad como unidad local y concreta, opuesta al proyecto de nación. Fue excluido de los medios masivos de comunicación, muy probablemente por sus contenidos, y aún más, por sus desarrollos temáticos, extensos y elaborados, que no encajaban con los modelos comerciales.
A pesar de estas condiciones, no se olvidó, y se cantó en la intimidad de las reuniones de jilgueros, en las rancherías que van desde Jojutla y Tlaquiltenango hasta Cuautla y Tepalcingo; en las fiestas locales, donde aún se susurra y se comparte como el tesoro más valioso del repertorio suriano, que ha pasado de boca en boca, a lo largo del tiempo y en las voces de los que ya han partido a la mansión del olvido como Mauro Vargas, Tío Barcenas, Timio Torres, Erasto Sánchez, Adolfo Almanza, León y Otilio Trejo, Tacho Uroza, Tenógenes Gadea, Lucio Vélez, Pedro Torres, Trini y Honorio Abúndez, José Uroza, Poncho y Adolfo Pliego, Raúl y Agustín Osorio, Salomón Araiza, Genaro Cortés y Dimas Leyva. Otros que aún viven, como Tacho Zúñiga, Casto Palma, Delfino Maldonado, Lázaro Domínguez, Ignacio y Virginio Sánchez, Higinio Colín, Chico Gutiérrez, Jesús Peredo, y los más jóvenes, Moisés y Ulises Nájera, Santiago y Jesús Castro, Marco Tafolla y el benjamín de los corridistas, Francisco Ocampo.
Así pues, el corrido zapatista continúa vigente, es parte de la memoria de un pueblo que poco a poco ha ido reconstruyendo su identidad, armando el rompecabezas de su historia, con la ayuda de pequeñas acciones, como proyectos culturales, encuentros de corridistas, grabaciones de campo, proyectos de investigación y la propia tradición oral. Que contrarresta los embates de la modernidad y las nuevas formas de vida construidas a partir del contexto global. Dadas estas condiciones, es un reto, para los creadores, intérpretes e investigadores proponer vías que desde su campo de acción fortalezcan al corrido zapatista para que retome su papel como una de las tradiciones musicales más importante del país.
Artículo tomado del periódico la Jornada del campo
suplemente informativo de la jornada.
17 de agosto de 2013
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